Morí despierto

Me detuve.

Mis palpitaciones se hacían menos ruidosas, mis ojos no parpadeaban, apenas respiraba, no me encontraba. Me arropó un silencio espantoso frente a las manecillas de un reloj roto. Rendí mis pensamientos ante la enaltecida presencia de un miedo atroz que amenazaba con destruir mi alma. Tras un relámpago, despierto sólo para atreverme a soñar. Te veo y lloro sin lágrimas. Lloro las noches que no te veo, los días que desapareciste, los besos que me abandonaron, las caricias de noche que tanto ansío y todas las oportunidades que ya jamás tendré. Se enferma mi espíritu y en mi desesperada búsqueda de aliento emerjo de entre las dudas . Encuentro pedazos de un corazón reventado, lo beso… lo abrazo y lo conservo. Es todo lo que tengo.

 

Avanzaron los días, las mañanas frías, los vientos húmedos y las noches vacías… sin mi. Reticentes palabras me enlazaron en un desahogo esperanzado. Cubrí con recelo el corazón que tiempo después latió.

 

Cuando la independencia me acogió en sus brazos comencé a ver con claridad y descubrí que pensarte es un detonante a la tristeza indomable que lastima el corazón que tanto cuidé. Entendí que desenmascarar mis emociones provoca tormentas estrepitosas que no me dejan dormir. Eres ahora un entumecido recuerdo que cambió. Fuiste tú el aura de mi vida y en mi exasperación por re encontrarte recibí pedazos de miel en jaula.

 

Mis dedos encuentran movimiento. Siento moverme. Me miro y ya mi piel estaba arrugada.

 

©C. Feliciano-Avilés, 2014

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