Lo hago casi todos los días por que es la única forma en la que se despiden las sombras que me perpetúan cada noche en un juicio que no me pertenece. Así vuelo tan alto como las heridas no me dejan. Me hago tan sensible a mis emociones que puedo escuchar las historias de mi vida. Lloran mis recuerdos cuando me escondo de mi realidad… se vuelve tan real, el sueño que siempre rocé que me lo vivo. . . Me juzgan por la terrible obsesión de encontrar libertad en esto. Pero funciona, cada vez funciona y vuelo. Me recuesto de una niñez intangible, no la que viví, sino la que creé. Brillan, sueños estrellados con el va y ven del viento y me da por bailar. Bailo bajo una lluvia mágica que transporta mi alma a la fantasía encarnada.
Ya no me quejo de mis experiencias, de laceraciones carnales que penetraron mis entrañas. Mas bien me dejo llevar del viento, corro y corro por los minutos que me den un hogar, por un fuego innato que resurja y me amarre a un sueño para siempre. Con el tiempo he aprendido, que importan los cortometrajes de momentos serenos… que el futuro es incierto y al final de cada día las emociones son las mas que se recuerdan.
Ya no me importan las palabras ajenas… las miradas. Ya no importa nada. No pertenezco a nadie sino a todos lados. Pertenezco al viento que me lleva a cantar, a las noches estrelladas… pertenezco a mis recuerdos más preciados, a las risas que jamás olvidé.
©C. Feliciano-Avilés, 2018
Tienes unas letras muy interesantes.
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Bravo!
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Cuando uno recorre un camino, va dejando atrás la piedras que llenan la mochila y al ser menos pesada, podemos lo recorremos mejor y con menos esfuerzo, con mejor animo y liberados.
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Eso es cierto! Caminar es un arte.
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