
Regresa la primavera, la neblina pesada se evapora en el aire, vislumbrando rayos de un sol joven y robusto.
Las flores se lucen en un manjar de vivos colores, se pintan de arcoiris… un beso de Dios.
Lluvia fría despinta la ignorancia de los días que trasnoché, enhebrando mi gran sueño.
Y con semenjante belleza, llega…. el oleaje pesado de energía efervecente, acumulada.
Se tira sobre mi cuerpo, haciéndome pedazos. Me sostengo del grueso tronco que promete no soltarne a la corriente.
Entonces…
Te veo.
Y, me suelto.
C. Feliciano-Aviles, 2020