Lucía

Lucia se mira al espejo, desnuda a plena luz del alba.

Los rayos de sol revelan la falta de sueño debajo de sus ojos,

así como la deshidratación en sus labios.

Se mira las líneas de expresión,

ya marcadas por el tiempo,

que no perdona o muestra piedad.

Pasa sus dedos por la piel reseca de sus mejillas,

descubriendo manchas nuevas

por el azote del sol de medio día.

De pronto, encuentra su mirada en el reflejo del espejo.

Allí está su verdad,

masticada en medio de un pasmoso silencio.

La despilfarra por el aire,

despreocupada, pues aún, todos duermen.

Como si el mundo fuese sólo de ella,

se permite explorar caminos ya recorridos,

incendios de fuego y témpanos de hielo,

otros quebrados y reconstruidos.

Visita versiones del pasado,

interactúa con ellas,

recordando vividamente,

llantos y risas.

Luego de un buen rato,

la gente comienza a despertar.

Lucia se despide con una sonrisa melancólica

y abre la caja de secretos

para volverlos a esconder,

hasta la próxima vez.

Se tira agua al rostro para hidratarla un poco.

Se pone cremas y empolva su cutis,

para cubrir su historia.

Pinta sus pómulos, sus labios y sus pestañas.

Encuentra sus ojos en el espejo por última vez y sonríe,

con el pecho inflado,

y mariposas en el estómago.

©C. Feliciano-Avilés, 2021

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