Ultimo día
La tormenta gemía como un niño furioso. Las nubes cubrían el panorama, no podía ver nada. Busqué desesperadamente sus ojos. Corrí y corrí por cada rincón, por cada sombra, por cada mirada…. pero no estaba. Pensar que lo perdía me hacia olvidar quien era yo. El frío me daba golpes, me tiraba al suelo. Muy deprisa pensaba que debía encontrarlo. Un celaje me hipnotizó en un momento. Brinqué muy alto por el risco que amenazaba con quitarme la vida. Caí de rodillas y mis piernas no volvieron a responder. Me arrastré por la tierra hasta que mis brazos murieron. Miraba al cielo para verlo a él, pero en ninguna parte se encontraba.
Recordé su sonrisa, sus palabras, sus ojos al encontrar los míos. No pude llorar, no pude respirar. Nunca le dije que lo amaba, no podía morir así, aquí… sin decirle.
Me arrastro un poco más hasta encontrar una enorme piedra que funcionó como mi espaldar. En mi bolsillo había una caja de fósforos. Me quité la blusa, casi desnuda… al borde del suicidio. Escribí con fósforos quemados, las letras que provocarían paz a mi muerte. Lo escribí. Manchando la blusa me percaté de que mis piernas estaban cubiertas de sangre. Estaba muriendo, estaba sucediendo. Realmente este era mi final
No sentí miedo, no pensé en dolor. Mis últimas lágrimas lo recordaron… Que suerte tuve de vivir. Lloré. Finalmente lloré al pensar que siempre lo tuve todo. Lo amaba tanto que dolía pero valía la pena. Siempre.
El aire se hizo muy frio, se me dificultaba atender mis sentidos. Se me cerraban los ojos, se encogía el mundo. Comprendí todo. Realmente lo amé.
Una sonrisa muy genuina despidió la vida que yacía en mí, con las palabras en labios que nunca le dije y le pertenecían…
Te…. amo.
©C. Feliciano-Avilés, 2016
Será por esta sensibilidad mia de escribir poemas, pero al final del relato esta frase me ha cautivado. «Una sonrisa muy genuina despidió la vida que yacía en mí, con las palabras en labios que nunca le dije y le pertenecían…»
Felicidades.
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