La briza de una larga noche despeja sus pensamientos, aquellos que viajaban por cicatrices muy abiertas. Fantasmas del pasado la acechan, deshilando la esperanza que tanto le cuesta construir.
Sus pasos la llevan al Sicómoro de las sombras, ese que tanto promete esconderla.
Penélope trepa el árbol deliberadamente. Sus ojos no parpadean, hipnotizados por el brillo de las estrellas que se ven desde la copa del árbol. Su cuerpo se rinde en las ramas más gruesas. Un silencio sepulcral le susurra en el oído. Entonces, se vulnerabiliza.
“Tiempo, que tanto me arrastras hasta andar a tu paso. Dame un segundo de aliento. Me derrito mientras duermo. Déjame descansar ahora, despeja mis sobras.”
©C. Feliciano-Avilés, 2017